viernes, 8 de enero de 2010

DEL CAOS A LA LUZ


Del más inequívoco caos puede nacer la belleza, sea de naturaleza convulsa o con sabor a almíbar. Del desorden y la anarquía absolutos puede abrirse camino el ideal de lo bello, como si se desbrozara un brezal, a violentos golpes de machetes o con la suavidad con que un dedo deja caer un vestido de seda desde el hombro de una ninfa , dejando al descubierto un seno desnudo.


Y es que si del caos nació el Universo, salpicado de luminarias que brillan temblorosas como faros lejanos en las noches frías velando el sueño a ráfagas de los hombres, y de las sombras densas va emergiendo la luz que se alzará cegadora por encima de los objetos dormidos, rescatándolos del olvido, del desorden infinito nace el Arte.

Así lo entendía el genial Francis Bacon, tal como puede apreciarse por el estado de su estudio. En ese lugar, en sus dominios, el orden y la limpieza estaban desterrados y la definitiva ley que imperaba es la que salta a la vista. Es el caos en su sentido más evidente.


Apenas puede entreverse el suelo porque está cubierto de cosas y utensilios inservibles. Amontonadas, tiradas , esparcidas de cualquier forma. Solo el caballete plantado en mitad de la habitación con su cuadro naciente y levemente esbozado, nos recuerda que estamos en el estudio de un pintor, tan atormentado como Van Gogh e igualmente excepcional, cuya percepción adelantada y premonitoria de los fantasmas humanos marcó un estilo inconfundible.

Para crear, Bacon necesitaba ese ambiente especial. Su puesta en escena es demoledora e impactante. Entre los pinceles viejos, los recipientes sucios, las fotos quemadas y los restos de periódicos acumulados, sus delirantes y salvajes lienzos van cobrando vida, desplazando del círculo del misterio lo que no es relevante ni esencial.

Cuando se pinta de verdad, con el dolor que nace de las entrañas y con el corazón en un puño, sobran las palabras, los convencionalismos y lo que debe ser correcto. Caen los muros y se difuminan las fronteras. En la confusión del caos brilla con intensidad la luz que modela las formas.

Es la escritura que emplean los dioses.


1 comentario:

Emilio Calvo de Mora dijo...

El orden aprendió del caos. Lo escribió en una canción Santiago Auserón, el cantante de la estupenda Radio Futura. Es cierto, Casiano, que ahí andamos, encontrando asuntos que nos son cercanos. Podemos llamarlo casualidad. El texto tuyo, ahora leído, me parece estupendo. Es una extensión al mío, menos vibrante. Me parece estupendo que entres por aquí. Un saludo. Ya sabes: tengo un óleo tuyo en mi pasillo desde hace 18 años. Justos. Eso es también una noble casualidad.