jueves, 25 de noviembre de 2010

MERCADOS

Se habla de los mercados como si se tratasen de entes abstractos e incorpóreos, como si de detrás de ese concepto no hubiese nadie detrás que le diera cuerpo o entidad, que lo humanizara, en definitiva, cosa harto complicada además, dado que el dinero no tiene patria ni sentimientos. Y lo cierto es que alguien debe dirigirlos o controlarlos, y que como las brujas- haberlas, haylas- una pequeña élite de especuladores debe manejar el cotarro que a todos nos quita el sueño, dada la psicosis que genera cualquier movimiento que provenga de su dirección.



Se ha visto en la tragedia griega y ahora, de nuevo, que le ha tocado el turno a la verde Irlanda con su mil millonario rescate, mientras la vecina Portugal va poniendo sus barbas en remojo ante la que se avecina. Lástima de sociedad la nuestra y de su pérfido sistema imperante. Porque no se crean, no, que la banca o el sector privado van a pagar el pato por los continuos desmadres y calamitosas inversiones realizadas por la misma, en el sector ladrillos, sin ir más lejos, que va.


Qué va, lo van a pagar Ud, el ciudadano de a pie, la mujer trabajadora, el empobrecido pensionista, recortándoles el sueldo, subiéndoles los impuestos, congelando las pensiones, aplicándoles a hierro candente la medicina necesaria para que apechuguemos con el objetivo de pagar la factura de los platos rotos, la deuda y el déficit, en los que sinceramente, no tuvimos nada que ver, pues cuando tuvo lugar la orgíastica fiesta de las vacas gordas, nadie nos llamó para repartir dividendos.


Lo que son las cosas. En el desastre y en la puritita ruina en que estamos, sí somos todos iguales, y lógicamente, con nuestro esfuerzo y penoso sacrificio debemos sacar sin rechistar del atolladero a una caterva de políticos ineficientes-preocupados de seguir aferrados a su sillón contra viento y marea- y a unos banqueros voraces, inmorales y corruptos que nos han llevado de la mano a una bancarrota y a una crisis sin precedentes que data del 2007, a la que no se le ve el final a corto plazo.


Lo que sí vemos, sin embargo, es a una larga hilera de parados que suman ya un ejército. Yo me pregunto, en mitad de este caos apocalíptico financiero, quién o quiénes son los que se lo están llevando calentito, a costa de dejar en la cuneta a tanta buena gente que con bien poco se conforma: trabajo, sustento, familia y dignidad.

lunes, 22 de noviembre de 2010

EN TRÁNSITO


Hoy, 22 de noviembre del maltrecho año en curso amaneció despejado y con una enorme luna llena coronando un lechoso cielo azul a las 8,30 de la mañana, precisamente el día que cumplo años. Puede que sea un buen presagio o lo contrario. Haría falta un buen adivino, un arúspice de renombre para confirmar o desmentir las señales. Lo cierto es que la luna semejaba un enorme plato deslumbrante y que yo la vi, por fortuna, antes de comenzar el tránsito hacia el trabajo y una larga jornada.



Un tránsito, un pasar el tiempo- como mi vida- para llegar al aquí y al ahora de este hoy en que celebro el milagro de estar vivo. Con muchos más defectos que virtudes, con muchos más errores que aciertos , que pesan como una losa sobre mi espalda y en la doblez inaccesible de mi alma a oscuras, perseverante en el firme propósito de no infligir daño alguno a mis afectos, ni a mis enemigos, si los hay, que los habrá, he llegado a coronar este gozoso aniversario- de bonita cifra par- en el cual mi madre me alumbró a la vida y al caudal poderoso de su río, que no cesa de sorprenderme ni en los peores momentos que a veces se sufren en silencio con paciente estoicismo, sin dar de lado al dolor, que como el placer, también enseña sus lecciones.


He llegado aquí, siguiendo la estela de los míos y de los que se fueron agregando por el sendero. Recuerdo también a los que se fueron quedando- tantos ya- y me acompañaron un trecho. En mi corazón los llevo, como terapia para combatir el olvido en su afrenta diaria , con el deseo de que nunca morirán porque están a buen resguardo. Ligero de equipaje, constato que cada día necesito menos y sin embargo disfruto más de las cosas sencillas. Ahora sé de veras que lo realmente importante viaja dentro y no se compra con dinero.


En un día como hoy, solo en la gran ciudad provinciana, cuando esta noche me siente a mi mesa, celebrando con un humilde ágape- una botella de un buen vino y un plato apetitoso- este cumpleaños en el que nadie me acompañará, echaré de menos la sonrisa franca de mi hijo y de los que me quieren, el calor de su mirada del color de la miel y su voz alegre, como un torrente cantándome el estribillo de marras: “ y que cumplas muchos más….”


No le será difícil a un pintor como yo recrear la escena como un holograma y traerlos aquí, a este solitario salón vacío para conjurar esta soledad forzada por las circunstancias. Así que levanto mi copa por ellos y por mí y soplo las velas con verdaderas ganas, mientras el tiempo insondable continua a lo suyo. Qué diantres, me digo:


“Felicidades por estar aquí. Como todo el mundo, eres un ser único e irrepetible. Gracias por todo lo vivido, por lo que nos espera y por poder contarlo. Todavía.”

jueves, 18 de noviembre de 2010

VERGÜENZA


Vergüenza de España y de la izquierda socialista y progre capaz de anteponer los intereses comerciales y geoestratégicos por encima de los rectos principios morales que se han defendido ante el conflicto saharaui, agravado por el actual genocidio perpetrado impunemente por un expansionista Marruecos, con el silencio tácito del gobierno español, traicionando un apoyo que ha resultado más falso que la falsa monea de la copla.



Vergüenza de la banca irlandesa y de todos sus buitres especuladores a los que habrá que rescatar con una inyección de pasta gansa para que el euro no se vaya al garete, como ya hizo Obama con su banca, España con la suya y en breve, la misma medicina del forzado rescate, se aplicará también al vecino Portugal y ya veremos si nosotros aguantamos el envite al no quedar nadie más en el furgón de cola.


Vergüenza reincidente de nuestros políticos. Unos, por desmantelar y empobrecer el país con verdadero ahínco e interés, como es el caso de los que ostentan ahora la responsabilidad de llevar el timón, y otros, por no involucrarse lo suficiente para proponer una alternativa fiable, que no consista en esperar a ver desfilar el cadáver del enemigo ante su puerta tal como se nos da entender a la distancia.


Vergüenza de que el padre de Marta del Castillo haya tenido que acudir al Congreso con las preceptivas firmas ciudadanas para que los asesinos cumplan cadena perpetua, y que los ensimismados próceres de la patria no se hayan dado cuenta de lo sonrojante de algunos crímenes- todos lo son- sin vuelta de hoja, que no admiten componendas de ningún tipo.


Vergüenza de que la página web de Pintores de Ubrique vaya a desaparecer a partir del 1 de enero del año próximo por no encontrar ningún tipo de apoyo para seguir divulgando el fructífero arte pictórico de la localidad como éste se merece, y del que tanto presumimos.


Lo dicho. Vergüenza.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EN EL RECUERDO


Hoy es un día triste, melancólico, sin horizontes. El cielo es mortecinamente gris, deslavazado, blanquecino, de aspecto lechoso. Llueve insistentemente, persistentemente, sin dar tregua ni descanso. Exactamente como las lágrimas que fluyen despidiendo a N, que tras una larga enfermedad al fin ha podido alcanzar la paz. Con ella se van algunos retazos de los días de mi infancia, encarnados en la figura amable de esa vecina cordial y cariñosa que parecía ser de la familia por su forma de comportarse y cuya puerta recuerdo abierta de par en par en un tiempo que parece ya remoto, tan alejado que se torna irreal a trazos gruesos.



Da igual. Allí brilla el sol y el verano nunca se acaba. El cielo es azul y yo soy un niño feliz que corretea entre las huertas, siguiendo el rumor de los arroyos o el vuelo de las mariposas y que disfruta junto a sus amigos de las largas tardes de estío y del manjar que la vida les ofrece. Allí, ahora y siempre permanece N, sonriendo, joven y lozana, entretenida en sus tareas o como alguna vez, llamando a sus hijos a merendar. Es entonces cuando me ve al pasar, veloz y a la fuga y me saluda llamándome por mi nombre, dedicándome su atención un instante.


Por eso, no bastan todos los cielos del mundo derramándose en aguaceros para resarcirnos de tu perdida. Quedas en nuestra memoria, fluyes en nuestro recuerdo por más que ahora seas un puñado de ceniza. En el río de lo vivido navegas sonriente porque uno no se muere nunca por más que te golpeen las horas. Aquí el tiempo no es más que una palabra vacía, una cáscara hueca.