viernes, 15 de marzo de 2013

EL UNGIDO



EL UNGIDO
Encerrados entre los muros y retablos que el genial Miguel Ángel pintara en la Capilla Sixtina para el intratable Julio II, el Espíritu Santo que todo lo ilumina, ha descendido sobre las cabezas preclaras de los 115 cardenales reunidos bajo llave en tan solemnes estancias, para entre todos y contra todos, proceder a la elección del nuevo portador del anillo del Pescador, que deberá soportar a partir de ahora sobre sus hombros el peso inmenso de una cruz, del tamaño y la relevancia de la Iglesia.
Y en una fecha tan especial como un 13 del 3 del 2013 , el argentino, de origen italiano, Jorge Mario Bergoglio, ha sido investido, a sus 76 años de edad como nuevo Obispo de Roma y Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, convirtiéndose en el Papa 267 de la bimilenaria Institución, sucesor del dimitido Benedicto XVI con el que tendrá que convivir en su condición de Papa emérito. Accede a la silla de San Pedro con el nombre de Francisco  este jesuita que ya en el 2005 estuvo a punto de noquear al intelectual Ratzinger pugnando ambos por el mismo puesto que acaba de aceptar hace unas horas.
Sin embargo, ahora sí ha llegado el momento de que un hispanoamericano ocupe la máxima prelatura obviando en esta especial ocasión el estricto voto que cumplen a rajatabla los miembros de la Compañía de Jesús, aparte del de la obediencia al Papa, que tantos sinsabores y persecuciones le han deparado, el no menos importante, de no aceptar cargos ni dignidades eclesiásticas, que ha tenido que saltarse para poder cubrir el vacío de la Silla vacante.
Comparado con su antecesor ( que medita entre los jardines de Castelgandolfo) esperando a la primavera romana, el flamante número uno de la Curia Vaticana, resulta en principio moderadamente progresista, aunque en su trayectoria anterior, en algunos temas candentes resulte bastante ortodoxo y poco flexible en sus planteamientos ante las demandas de los tortuosos tiempos en que vivimos.
Tiene ante sí, la necesidad imperiosa de reformar una Iglesia con demasiados puntos oscuros ( desde las finanzas hasta los escándalos sexuales que salpican sus  filas) aparte de otras cosillas delicadas que requieren una urgente revisión. Si quiere dejar su impronta en el tiempo que Dios le confíe el cargo, si le da salud y fortaleza para ello, deberá parecerse más a Juan XXIII que a las posturas herméticas y cerradas de Juan Pablo II.
Deberá tirar más hacia los principios de la Teología de la Liberación tan perseguida que a los dogmas de Ratzinger. Deberá salir de la cripta hermética del Vaticano y abrirse al mundo en su vastedad para dar a conocer la buena nueva.
En conclusión, debe coger sus sandalias y seguir a Jesús. A Jesús, el verdadero, tan alejado de la riqueza, los ritos ancestrales y el boato de la Iglesia que preside. Deberá perderse entre los pobres, los perseguidos, los maltratados, las prostitutas y los menesterosos , para predicar el mensaje de Jesús, como lo hizo él mismo hace 2000 años.
Deberá expulsar a los mercaderes del templo, los mismos que tienen corrompido al mundo e iniciar una nueva era donde haya un lugar al sol para la esperanza, la fe y la ilusión. Si por un casual no lo hiciera así, por desbordarle lo ingente de la tarea y las fuerzas del lado oscuro que tratarán de impedírselo a toda costa, los rumores- falso o verdaderos- que pululan por ahí sobre su pasado confuso en su etapa del arzobispado argentino y sus relaciones con las dictaduras que asolaron su sufrido país, podrían proyectar sombras dudosas que en nada le beneficiarían , ni a él ni a la nave que pilota desde el día 13 del 3 del 2013.
Lo que haya de ser, pronto lo veremos, más allá de los baños de masas de los viajes que realice por el ancho mundo y las bendiciones del domingo. Es harto posible que en el Salón de las Lágrimas, una vez elegido y aceptado el cargo, se le haya escapado más de una, presintiendo la que se le viene encima.
Que el Espíritu santo guie sus pasos y yerre poco porque no es poca cosa la responsabilidad que acaba de asumir voluntariamente.
Amén.

viernes, 8 de marzo de 2013

LAS CARAS DEL DADO



LAS CARAS DEL DADO
CASIANO LÓPEZ PACHECO
Benedicto XVI, el Vicario de Dios en la tierra, el Papa de la Roma Eterna, tuvo una revelación repentina hace unos días, un arrebato de clarividencia y pudo al fin ver la LUZ que disipa las tinieblas que envuelven al mundo como un sudario, y en un ataque de valentía sin precedente en varios siglos, decidió dimitir de su cargo- su pesada cruz- para retirarse- por cuestión de edad, aunque el trasfondo debe ser otro más oscuro que nunca sabremos con exactitud- a un monasterio para orar  lo que le quede de vida, dejando vacante la silla de San Pedro, por la que un restringido número de cardenales pugnará por medio de sibilinas conspiraciones tejiendo delicados equilibrios y pactos para hacerse con ella, hasta que una fumata blanca se eleve, primorosa por la chimenea del Vaticano, anunciando una nueva era en la Institución más antigua de la historia. Digno gesto de la cabeza visible de la Iglesia en tiempos donde la corrupción campa a sus anchas y donde muy pocos tienen la tentación de abandonar sus cargos y prebendas, por mucho que sea el estiércol que les embadurne.
A Oscar Pistorius, el campeón paralímpico sudafricano, la vida, sin embargo, le tenía preparada otra jugarreta. En una noche oscura y terrible- narra el protagonista- le asaltó un pánico indescriptible que le bloqueó los sentidos. Acojonado, el atleta de las grandes zancadas, aferró , temblándole el pulso, su pistola de 9 milímetros, que guardaba bajo su cama, y desprovisto de sus prótesis, lo cual lo hacía presa fácil para cualquier intruso, disparó impulsivamente contra la puerta del baño, acribillando a su bella amada Reeva Steenkamp, que pretendía darle una sorpresa en el Día de los Enamorados. Y menuda fue la sorpresa.
Tras los disparos, Oscar descubrió el cuerpo ensangrentado de la modelo y se vino abajo, tan enamorado como estaba de ella. Un hilillo de vida se escapaba por los labios, un día, ardorosos y húmedos de la chiquilla. Sudoroso y empapado- la peor carrera de su vida- intentó reanimarla haciéndole el boca a boca pero ya era tarde. Tarde para ella y tarde para él.
Como también lo fue para la joven María Isabel Sierra Cueva, la joven de 22 años, natural de Puebla del Río, que decidió quitarse la vida arrojándose a las turbias y revueltas aguas del río Guadalquivir, un jueves lluvioso y mortecino, después de que su novio rompiese la relación turbulenta que mantenían. No supo digerirlo y su caso engrosó la lista silenciada de los más de 3000 suicidios que cada año ocurren en España, una cifra espectacular que todos los medios ocultan.
A María Isabel se le rompió el corazón y lo anegó en el barro. No hubo crímen ni culpable y su cuerpo descansará en su pueblo, allá donde puedan llorarla sus deudos y familiares. La muerte se la llevó, la misma Parca que se ha cobrado  el alma desbordante del caudillo Chaves y que como Franco,  es muy posible que llevará muerto varios días hasta elegir el momento adecuado de hacer pública la noticia por razones de estado o sabe Dios. El incansable, carismático y charlatán Hugo no ha podido ganar la principal batallla- la de la vida- a un cáncer que sin escrúpulos se lleva por delante a todo aquel que se le cruce. Deja un país, Venezuela, huérfano y doliente, violento y con grandes bolsas de pobreza. A pesar de haber implorado al Altísimo más tiempo para acabar su tarea de titán, no ha podido ser- como le sucede diariamente a tantos- y cuando el último grano de arena ha caído al otro lado del reloj , su corazón, émulo de Bolívar, se le ha parado definitivamente.
Cuatro historias entre miles, cuatro vidas, cuatro hilos que el azar trunca como se nos puede torcer  a nosotros cuando la Fortuna nos vuelva la espalda, de un segundo para otro, un día cualquiera en que el sol brille con intensidad en lo alto, o llueva a mares ininterrumpidamente como hoy que escribo estas líneas.