viernes, 22 de enero de 2010

AÑO I


Es lo que tiene. Que la realidad raras veces coincide con los deseos. Y es lo que le ha pasado a Mr. Obama en el primer cumpleaños de su ascensión a los cielos. La perdida del escaño demócrata por el estado de Massachussets que Ted Kennedy guardaba como oro en paño, deja al Presidente con el culo al aire en el Senado, perdiendo la mayoría que le posibilitaba poner en práctica la batería de iniciativas políticas que dan forma a su mandato , como la polémica reforma sanitaria, estrella irrenunciable de su programa.


Con la espada de Damocles de la renovación en noviembre de la Cámara de Representantes y la de un tercio del senado, oscilando sobre su cabeza peligrosamente, con un descenso del índice de popularidad que va del 70 al 50%, con una tasa de desempleo que continua elevada, con el conflicto abierto de Afganistán y la lucha contra el terrorismo, con la tibia política exterior que no se separa de los dictados de Bush, pocas cosas relevantes han cambiado en USA que den lugar a un optimismo generalizado. Los milagros no ocurren ya ni en Lourdes.

Resulta imposible para un solo hombre poder cambiar el mundo. Una lista interminable de multinacionales y todopoderosos trajinan a sus espaldas como siempre ha sido. No hay redención posible para este mundo imperfecto si se cree que depositando toda la esperanza en una única persona, se va a producir la revolución que marcará una época.

A pesar de los inconvenientes, la ilusión puede alargarse con respiración asistida un poco más. El proyecto de recortar los mangoneos de la banca, limitando la opacidad de sus operaciones financieras que nos han llevado a esta profunda crisis y al abismo, no es una mala medida en un Obama al que todavía le quedan ases en la manga.

Otros deberían tomar nota.


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