sábado, 9 de enero de 2010

LA CASA DE LA COLINA


En lo alto de la esbelta y estilizada colina se divisaba una casa muy bien plantada, si es que esa licencia puede seguir empleándose cuando se refiere a los edificios ya sean de tipo moderno o antiguo. Lo curioso es que no se veía a nadie salir ni entrar por sus puertas. Y sin embargo no daba la apariencia de ser una casa deshabitada, ni mucho menos. De las chimeneas, a ratos, una humareda liviana ascendía a las alturas y un detalle irrelevante llamaba la atención: ¿cómo que las ventanas ya no estaban abiertas?


Por las mañanas- se supone que en esa casa debería vivir un joven matrimonio con hijos- la mamá , a no ser que trabajara, debería salir en alguna ocasión a comprar el pan o reponer las viandas para las comidas. Pues no. De ninguna manera. Tampoco el padre salía temprano a trabajar para regresar por las tardes o al mediodía. Y la guinda del pastel , lo que resulta inconcebible es que en una casa tan bonita no hubiese ningún niño jugando para colmo de las desventuras , que proporcionase una pizca de alegría a la rutina diaria. Y podía ser bien cierto ya que ningún ruido alteraba la calma que rodeaba al inmueble, ni increíblemente ningún ruido salía de su interior.

A lo mejor, en el interior, las habitaciones estarían ordenadas pulcramente y las camas hechas, la cocina, limpia y recogida, la tv, apagada y los libros y muebles acumulando miríadas de polvo invisible. Puede que sus dueños hubiesen tenido que marcharse precipitadamente por algún repentino motivo, o que solo se hubiesen ausentado unas horas, quien lo sabe. O puede que fuese al contrario.

En lo alto de la esbelta colina- agujereada por determinados sitios- pasado el tiempo seguía sin percibirse actividad alguna. En el lugar para la ropa tendida en la que hace mucho tiempo que no colgaba ninguna prenda, de repente colgaba un sujetador de color rosa que se mecía en el cordel merced a una agradable brisa estival.

Y las ventanas. Mira por donde, ahora estaban cerradas. Puedo atestiguar que en esa casa dividida en dos partes no ha entrado ni salido nadie durante meses. Incluso años.





Del libro de relatos inéditos “ Cuentos si fin” , de Casiano López.

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