jueves, 21 de enero de 2010

EL INSTANTE DEFINITIVO


 

“ Me apasiona la fotografía, que quieren que les diga. Desde pequeño supe que iba a dedicarme a esto aunque fuese a tiempo parcial y cuando estoy por ahí tirando fotos me olvido del desgaste que ejerce la monotonía diaria basada en una repetición casi mecánica de una serie de acciones que no admiten demasiadas variaciones.


Ora me levanto con los ojos semicerrados, ora me ducho y me afeito, ora desayuno y me marcho a la oficina luchando contra un tráfico infame tratando de llegar a tiempo. Allí paso las mañanas gestionando papeles y balances que no cuadran hasta que el reloj marca las tres de la tarde. No hay nada divertido , artístico ni motivador en el oficio de escribano a sueldo, pero me da para comer y me permite pagar las facturas que nunca faltan.

Al llegar a casa, durante el trayecto de vuelta, ya experimento la metamorfosis. Noto el cambio impulsivo que afina mi mirada. Al llegar a este punto, ya me siento un fotógrafo plenamente. Sé que de cualquier motivo soy capaz de extraer la magia que lo convierte en único. El instante definitivo, la sublime victoria sobre la muerte igualadora. Soy un cazador de fugaces momentos, robo sonrisas y puede que el alma intangible de lo que observo, instantes que de otra forma desaparecerían para siempre, perdiéndose en el sumidero del olvido.

Mirando mis fotos, en el refugio de mi estudio, repasándolas una a una, me siento un dios menor, pero dios, al fin y al cabo, que ha sido capaz de congelar una fracción infinitesimal del tiempo, al que no se le pueden poner empalizadas que lo detengan. Paisajes para el recuerdo que un día lejano no existirán, naturalezas muertas que no sucumbirán a la corrupción o a la podredumbre, cuerpos desnudos de bellas chicas , lozanas y hermosas que nunca envejecerán. Es la constatación de un hecho incuestionable.

Desde las 3 de la tarde a las 7 de la mañana solo vivo para buscar la belleza. Y la belleza no existe por sí sola. Ha de estar encarnada. La belleza es una mujer bella, recuerdo que dijo un personaje de Platón. Como Anne, que me espera esta tarde . Quiere que le haga unos retratos y también unos desnudos…”

Levantó la mirada que permanecía fija en los papeles frágiles y amarillentos del diario que habían encontrado fortuitamente en unas excavaciones de una importante ciudad destruida de un planeta muy alejado de su constelación. La luz artificial iluminaba la inmensa sala aséptica donde se guardaban todo tipo de documentos y objetos de extrañas civilizaciones extinguidas para ser inventariadas y estudiadas por eminentes especialistas.

Se dejo caer sobre uno de los óvalos por los que se podía mirar al espacio. La nave en la que viajaba se desplazaba sigilosa y veloz por la impenetrable oscuridad. Se dijo que era una lástima que junto al diario de aquel fotógrafo anónimo no hubiese aparecido ninguna de sus fotos que sirviera para documentar la forma de vida humana de la que se elaboraban miles de hipótesis sin base. Se repitió que el olvido todo lo sepulta, que nada permanece para siempre.

Del libro de relatos inédito “ Cuentos sin fin” de Casiano López.


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