lunes, 18 de enero de 2010

LA CARTA DE THEO




Vincent abrió la carta con inusitada rapidez, casi a trompicones. Le temblaban los dedos y el corazón le palpitaba tan aceleradamente que si hubiese habido alguien acompañándolo hubiera podido oír el ritmo desenfrenado de sus latidos. Pero estaba solo. Paul se había marchado temprano a resolver un par de asuntos y en la casa vacía, en mitad de su dormitorio, al pobre de Vincent se le estaba enrojeciendo el rostro conforme iba leyendo la pulcra caligrafía de su hermano.


Con los puños crispados sostenía aún las cuartillas que ansiosamente esperaba desde hacía unos días. Hoy, 23 de diciembre de 1888, vísperas de Nochebuena, por fin había llegado el tan necesitado dinero que su querido Theo le enviaba mensualmente y sin el cual no podría sobrevivir, convirtiéndose prácticamente en un indigente si las cartas no llegaban a tiempo.


Si un pintor no vende cuadros y además no se le conoce otro oficio que le proporcione un buen plato de comida caliente, algo de ropa y un techo, las cosas pueden ponerse feas. Y lo sabía por experiencia. Por esa razón dependía vitalmente de esas mensualidades. Theo era su principal apoyo, el que le proporcionaba afecto, comprensión, cariño y algo tan prosaico como el vil metal, sin el cual no se puede vivir.

Levantó la mirada y miró de reojo el cuadro que reposaba en el caballete. Una naturaleza muerta con cebollas que acababa de empezar. De nuevo releyó la carta, y la ira le inundó con la furia de un río que se desborda tras las fuertes lluvias. Theo le anunciaba que iba a casarse con Johanna Bonger. La vista se le nubló repentinamente y tuvo que agarrarse a la silla amarilla que tenía a mano para no desplomarse al suelo.

Si Theo se casaba, ¿ quién iba a ocuparse de él? Su hermano tendría que dedicarse a su mujer y a sus futuros vástagos. Entonces ya no quedaría sitio para el forzado solitario Vincent. Ni un rayo que le hubiese caído encima le dolió tanto como aquellas palabras. Notó como la ansiedad le trepaba por el pecho, asfixiándole. Un pensamiento oscuro se abrió paso por su torturada mente.

Del cajón de la mesita, junto a la cama, extrajo una navaja…..






Del libro de relatos inéditos” Cuentos sin fin” de Casiano López.

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