miércoles, 17 de marzo de 2010

UNA PRIMAVERA LEJANA


Junto a la ribera de un arroyo por el que sus aguas descienden suavemente remansadas, he cogido de entre una hilera de flores amarillas, una vinagreta de alargado y fino tallo coronado por unas minúsculas florecillas del color que más amaba Van Gogh- frágiles pétalos volubles de corta vida- igual que las que cogía en mi niñez y adolescencia en el vergel paradisíaco del Convento.


No he podido resistir la tentación de morderla por la parte blanquecina y la he mascado despacio , sacándole el jugo ácido y áspero que contiene, y sin embargo , de sabor agradable, tal como si del delicado cristal de su tallo vertiese el néctar transparente que paladea mi lengua.

Al sentir su sabor en la boca, se han activado los mecanismos de la memoria y he regresado en el tiempo a aquellas primaveras felices de rotundos cielos azules donde la luz que ya se presiente en este mes de marzo a intervalos cada vez mayores y que se va afianzando, entonces era una realidad sin dobleces.

He sentido el calor del sol en los hombros y en la cabeza de juvenil melena. He entornado los ojos para no herirlos con el fulgor de su luz diamantina. Me he tendido en el inmenso prado de un verde intenso, rodeado de árboles frutales y con los ojos cerrados he sentido el rumor del agua que cascabelea cantarina viniendo del Rodezno, perdiéndose entre los cañaverales que conducen al molino.

El cielo es un enorme e infinito tapiz azul por el que unas nubecillas perdidas cruzan de vez en cuando, deshilvanando el algodón blanquecino de sus formas cambiantes. Mirándolas absorto con una vinagreta en los labios, siento que la vida es una explosión de júbilo y que es mucho lo que me queda por descubrir y experimentar.

Mi vida, mi vida en aquel tiempo de la niñez, es una página en blanco, feliz e ignorante de desconocer los borrones y los fracasos que después he ido amontonado como tristes erratas y anotaciones en falso en los márgenes del cuaderno de los que han sido y son mis días, abandonado hoy, sin saber por qué, a un indolente ejercicio de melancolía que no conduce a nada.

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