domingo, 7 de marzo de 2010

LA DULCE NOCHE


En la noche grande de los sueños, de los Óscar, los elegidos de los dioses, el impactante plantel de estrellas que se emborrachará en las fiestas privadas una vez tengan la dicha de oir pronunciados sus nombres al rasgar los sobres y pasar a la historia del cine y de la cultura, verán, tambaleantes como la primera luz del día deslumbra sus ojos cansados por tantas emociones, remisos para acostarse, deseosos de que la noche inolvidable de farra no acabe nunca y despreocupados de todo lo demás.


Los demás mortales, qué remedio, puede que no duerman temiendo que una tormenta acompañada de diluvio termine por llevarse lo poco que les queda. Incapacitados para el sueño reconfortante por causa de un desamor, un desengaño definitivo como una estocada en lo alto, unas palabras desafortunadas o por un mal envite de la fortuna que también abre sus sobres y los reparte en forma de despido, deuda impagable o enfermedad súbita, a los ganadores diarios que no desfilan por ninguna alfombra roja, sino gris a lo sumo, no les queda otra que resignarse y dar gracias por seguir en la partida una jornada más aunque el premio sea amargo.

¿ No es, acaso, la vida, una película y el cine, su trasunto, o es que es al revés?

Y es que nominados, nominados, para lo bueno o lo malo, siempre lo estamos. El sobre, te escondas donde te escondas, al final te llega.

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