miércoles, 24 de marzo de 2010

LA NIÑA DE SUS OJOS




Llevo varios días que no concilio bien el sueño por diferentes causas: el cambio primaveral y sus secuelas alérgicas , la inquietud por el nuevo rumbo que el presidente andaluz quiere impulsar con su remodelado gobierno a una desgastada Andalucía que se va consumiendo a sí misma o por la inminente salida a la calle de los Cristos y las Vírgenes acompañadas del estruendo de las bandas que me anuncian que ya me queda una primavera menos por vivir, y otras variopintas razones que no puedo compartir aquí.

Aún así, perdido entre ese berenjenal de diferentes motivos, no me queda otro remedio que decir-casi con sonrojo- que es el sufrimiento de Otegi por su amada hija, con la que no puede verse como quisiera, por estar en la cárcel, el motivo principal de mis desvelos y de mis episódicos ataques de furibunda ansiedad. No me queda otra que reconocer que somos excesivamente y hasta me atrevo a decir, calculadoramente crueles con el líder abertzale, que incapacitado para condenar los asesinatos indiscriminados de la banda que le da de comer de forma directa o indirecta, sin embargo, es capaz de albergar en su inabarcable corazón de padrecito ejemplar, un amor como no lo hay sobre la faz de la tierra, por su querida hija, que por razones obvias, no tiene culpa de tener el padre que tiene y que por el hecho de no poder vivir junto a su progenitor, sin duda estará al borde del desequilibrio psíquico con consecuencias imprevisibles ahora mismo. Es dolorosa la penosa situación de la chica, como se ve.

Decir , cambiando el tercio, sin embargo, que los padres y familiares que se han visto privados, de un día para el siguiente, de la presencia de sus seres queridos porque los terroristas han decidido que no merecían seguir viviendo- están los cementerios llenos de víctimas inocentes, incluidos niños y niñas- sería caer en un ejercicio soez y vulgar de pura demagogia , además de políticamente incorrecto, en el que preferimos no entrar.

Llegados a este punto de no retorno, también nos resulta complicado meternos en el jardín peligroso de opinar sobre el dolor- real- de los etarras y de las familias de los pro etarras, que nos cuesta trabajo comparar con los de el millar de víctimas masacradas inútilmente por la banda de facinerosos de gatillo fácil y coche bomba. Simplemente, no es mensurable.

Pero es posible que hasta un chacal sangriento de la catadura de Juana Chaos, sea capaz de amar o sentir cariño por un perrillo abandonado o por su esposa misma, aunque como asesino en serie esté imposibilitado para sentir empatía ni sentimiento alguno hacía las víctimas a las que encañonó fríamente, disparándoles en la nuca, mientras esbozaba la mueca que le conocemos tan de sobra.

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