martes, 9 de marzo de 2010

CUADERNO DE APUNTES-4 MANUEL VILCHES: UN ARTE SOLIDARIO



No me canso de repetir la suerte que tenemos de que en un pueblo como Ubrique exista una oferta expositiva de la calidad de la que disfrutamos y que mes tras mes- llueve o ventee- se celebren exposiciones del género que sean dignas de cualquier capital. Y entre esa plural oferta destaca como una amapola en un trigal, la que por estas fechas celebra el fotógrafo ubriqueño Manuel Vilches. Que la mayoría de las exposiciones que se exhiben en el pueblo sean de carácter pictórico no le resta ni un ápice de importancia a la disciplina fotográfica en la que Ubrique ha tenido y tiene en nómina a importantes representantes de reconocido prestigio, como el caso que nos ocupa y a otros que aunque no se prodiguen tanto en mostrar su obra, permanecen ahí.


Pero ese no es el caso del amigo Manolo – Marlo- en los círculos y foros del circuito fotográfico. Manolo regresa cada año a la Sala Municipal de Exposiciones y como un aldabonazo en la conciencia nos recuerda a los que vivimos en el primer mundo, que también existen otros mundos, y no tan afortunados como el nuestro, más allá de las fronteras a las que estamos acostumbrados. Y lo que nos trae es la fotografía de una persona que no siente fotógrafo en primera instancia sino que busca la humanidad de los demás por ese camino si puede decirse así, y es que Manolo no acciona el disparador de su cámara cuando encuentra un motivo. Lo hace directamente con el corazón, o a medias con el corazón y las tripas, cuando nos muestra sin tapujos la grandeza , la dignidad y las miserias, porque existen , de las que todos somos responsables en cierta medida- de otras culturas y otros pueblos de los que andamos alejados y sin contacto alguno.

Esas personas que aparecen en sus retratos- capturadas su alma para siempre- muestran más dignidad y entereza que muchísimos de los que teniendo de todo, tienen sin embargo, el alma vacía y las manos llenas de vanas riquezas . En los ojos de esos niños, en los rostros increíbles de sus viejos se esconde la verdadera vida, que sin disfraces ni veladuras late con emoción por el ancho y venturoso mundo al que a él le gusta retornar en cada nuevo viaje y donde se va sintiendo más a gusto.

Un mundo que linda entre lo exótico y lo salvaje, o la palabra que lo define mejor, lo puro, que cada vez le seduce más y que conoce a la perfección, fruto de sus constantes viajes en compañía de Maribel, sin la cual nada de lo que hace tendría sentido. Viajes plenos de aventuras, anécdotas , dificultades y enriquecedoras experiencias que de seguro lo habrán dejado marcado de forma indeleble e inolvidable. Periplos a la antigua usanza, como un inquieto aventurero del siglo XXI que nos acerca las gemas de estas fotos, escritas con la luz que irradia su particular forma de ser y de ver, que se rebela ante las injusticias sin nombre y que proclama a los cuatro vientos el deber solidario que nos asiste con los más desfavorecidos.

Y es que sus tomas desprenden el aroma de una belleza y una melancolía sin paliativos, y un poderoso magnetismo a la vez. Y es así porque tienen el sello de la verdad que emana de una raíz profunda . No son meras poses afectadas ni fotografías edulcoradas y melosas. Porque algunas duelen con una rabia antigua y nos dejan sobrecogidos, sacudiéndonos del letargo y del sopor que nos paraliza, a los que vivimos a este lado del mundo supuestamente civilizado, aislados en una burbuja aséptica que nos preserva de cualquier intercambio con el resto de los pueblos.

Lo que Manuel nos regala cada año, aparte de la indudable categoría artística de su obra, aunque él afirme lo contrario, es un testimonio impactante de lo mucho que se nos queda fuera y que nos amplia los horizontes limitados de nuestras vidas. Y si sus exposiciones son importantes en sí, mucho más encomiable es el fin al que destina los fondos que recauda con su quehacer fotográfico y la artesanía que se trae de allí. Después de varias muestras individuales, creo, y con un soberbio libro a sus espaldas, son muchos los niños y adultos a los que ha ayudado en el continente africano de forma desinteresada y altruista.

Lo único que ha aceptado de ellos, en señal de amistad y correspondencia es que han contribuido a engrandecerlo como persona con su afecto y sus gestos de cariño, y su corazón se ha agigantado conforme viajaba; le han enseñado a distinguir lo importante de lo accesorio, abriéndole los ojos de par en par, reclutándolo sin medias tintas para la causa de los desprotegidos y los indefensos que hoy siguen siendo legión. Si no es un Quijote moderno, se le parece mucho , porque su locura es de las que enamoran, como lo hacen sus fotos, la vehemencia con que defiende sus proyectos o la dulzura de una sonrisa de Maribel.


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