jueves, 11 de febrero de 2010

CUADERNO DE APUNTES- 3- JOAQUÍN DOMINGUEZ ORDOÑEZ



De todos los pintores ubriqueños de mi generación, Joaquín Domínguez Ordoñez, nacido en 1967, fue y sigue siendo una de las figuras más destacadas de su hornada y un referente válido que explica el auge posterior que la pintura experimenta en la localidad serrana, gracias al embrión primigenio que un grupo de artistas autodidactas lograron inculcar en un elevado número de jóvenes con talento, que posteriormente optaron por cursar la licenciatura en Bellas Artes, convencidos de que ese era el mejor camino para dar cauce a sus inquietudes, a pesar de las conocidas dificultades que se derivan de vivir de un mundo tan complicado como el artístico.


Realizada esa salvedad, es Joaquín un pintor con proyección y futuro que fue de los primeros que se atrevió a romper las aguas calmas del panorama local, buscando senderos que antes no se hubiesen explorado. Y encontró la veta en el color. Un color que constituye su seña de identidad y que permite distinguir un cuadro de nuestro artista sin dificultad entre muchos otros de los demás.

Esa genuina forma de aplicar las gamas cromáticas, alegres, desenfadadas y coloristas, con fuertes y acusados contrastes, con sugestivas resoluciones técnicas, apoyadas en la elección de una temática diversa que va desde las interpretaciones del paisaje del entorno, especialmente las vistas urbanas del pueblo o de aquellos sitios por los que ha ido itinerando, muy especiales en su enfoque compositivo, o en sus indagaciones sobre la figura humana y el retrato, o el mundo de las fiestas locales, dotan a la pintura del ubriqueño de un sello y un estilo, por el cual, a pesar de su juventud, tiene ya un sitio, al menos para mí, en el entramado sentimental del fenómeno pictórico que arrancó en Ubrique hace ya muchas décadas, y que año tras año sigue creciendo con fuerza.

En lo que concierne a Joaquín, esta retrospectiva que ahora se muestra en el Claustro del Convento de Capuchinos, rescata de la soledad del estudio una treintena de obras en las que el pintor se muestra en un estado de madurez que encierra el conocimiento de un oficio al que uno puede entregarse sin depender de las veleidades del mercado. Pintar , como hace Joaquín, lo que le gusta y en el momento que le gusta.

Recrearse en el color, en la composición, en la magia proteica y maravillosa que exuda el arte de la pintura en cualquiera de sus telas, desde las más antiguas a las actuales. Es nuestro pintor un joven y maduro artista que si Dios quiere, continuará perfeccionado su manera particular de ver el mundo, y que a nosotros: amigos, colegas y público en general, seguirá sorprendiéndonos con la viveza y pureza de sus colores, que no son otra cosa que la translación al código del arte de lo que él es en realidad: una buena y excelente persona.

Así que, Joaquín , no nos hagas esperar otros 15 años para ver y disfrutar de tus obras, que el tiempo se nos va, aunque algo de su esencia se queda atrapada en el cedazo de los cuadros.

Un abrazo y suerte.

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