viernes, 5 de febrero de 2010

CONTRATIEMPOS



Hay ciertos acontecimientos que nos devuelven de golpe y porrazo a las cavernas, evidenciando la fragilidad de la pompa de jabón en la que vivimos como si camináramos sobre un alambre a gran altura, ignorando deliberadamente la inestabilidad del armazón en el que hemos montado el mecanismo de nuestras vidas fugaces.


Algo tan simple que sucede a las 7 de la mañana cuando te levantas y te das cuenta que la luz se ha ido. ¿ A dónde se va la luz ? A ningún sitio. Antes le dabas al interruptor y milagro, luz. Ahora, no. Con la casa a oscuras, sin acordarte en qué lugar pusiste las velas, sin poder encender la calefacción ni poder ducharte- el termo es eléctrico- y lo que es peor, sin poder tomarte un café porque la vitro tampoco funciona, no te queda otra que irte a trabajar con el estómago vacío y de mal humor.

Para coronar el desastre sólo faltaba que lloviera, piensas. Y así ocurre. Un chaparrón torrencial e inoportuno descarga con violencia sobre las calles desiertas. No puede pedirse más para empezar el último tramo de una semana frenética.

A poco que el progreso se cortocircuite volvemos a la eterna condición de animalitos desamparados expuestos a las contingencias de la madre Naturaleza.

Un hecho tan básico y fundamental que a menudo se nos olvida

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