miércoles, 9 de junio de 2010

LLUVIA DE VERANO

Se ha colado en el almanaque furtivamente. Lo habían avisado y no quisimos creerlo, como el decretazo . Ahora, la evidencia es incontestable. A 9 de junio del año en curso, un día de otoño, quizás de primeros de noviembre o incluso de la variable primavera del mes de abril, se ha extraviado de su compañeros y dando marcha atrás por los senderos y los vericuetos del tiempo, ha reaparecido por estas fechas, anulando las extremas y rigurosas calores que sufríamos con un desembarco de pálidas y blanquecinas nubes que han descargado una lluvia pertinaz que no cesa de verter ráfagas de lágrimas olvidadas que el dios Eolo lleva de acá para allá hacia las mojadas tierras de antiguos reinos, que un sol tronante, altivo y soberbio secará mañana impasible.



Una jornada ventosa e inusual, tan fuera de lugar como la caterva de políticos españoles que pretendiendo dárselas de suficientemente preparados, no son más que una patética legión de funestos improvisadores del tres al cuarto, que siguen urdiendo puyazos y subidas para que no quede títere con cabeza ni geisha por arrozal, los muy mamones.

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