miércoles, 2 de diciembre de 2009

UNA VISITA INESPERADA


El ratoncito no podía dar crédito a lo que estaba pasando por delante de sus ojillos vivaces, brillantes y avispados en ese momento. Un – podríamos llamarlo- muñeco con toda la pinta de un androide, caminaba a sus anchas por el salón, emitiendo una serie de ruidos sin traducción posible y no pocas luces, azules, amarillas y rojas, destellando intermitentemente a su paso.


No podía, tampoco, averiguar a ciencia cierta, a qué lugar se dirigía dentro de la casa, pero por la dirección de sus torpes pasos, parecía que su intención era enfilar camino de su guarida, un pequeño agujero disimuladamente ubicado junto al sofá, que el padre de familia utilizaba para sus lecturas.

Justo en aquella hora, no había nadie en el espacio inmenso de la casa vacía, y el intrépido roedor - que desde luego de torpe no tenía un minúsculo pelo ya que había conseguido el graduado escolar con unas notas excelentes en un colegio concertado - se devanaba la sesera, preguntándose de donde podría haber salido aquel engendro mecánico, cómo se había puesto en marcha y lo más preocupante, no le cabía la menor duda de que a paso lento, pero seguro, se estaba acercando peligrosamente a sus dominios siguiendo una infausta intuición.

En el diáfano ventanal que iluminaba el confortable y coqueto salón que había sido reformado hacia poco con la pasta de un enésimo préstamo concedido por una caja de ahorros fruto de una apasionada fusión, un fuerte aguacero descargaba su furia desmedida, tamborileando rítmicamente en los húmedos cristales. El ratoncito no sentía miedo alguno, lo más, una leve aprensión en la boca de su pequeño estómago, a lo sumo, pero nada que pudiese ser considerado como un dato relevante. Pero la verdad , es que no quitaba ojo al supuesto juguete, que por su aspecto cambiante, lo mismo pasaba de tener una forma inocente y bobalicona, que se transformaba en una belicosa arma desconocida , metalizada y reluciente, de ojos rojos en forma de ranura y con brazos armados, perteneciente a un tiempo futuro que aún no había llegado. Amedrentador es la palabra.

Donde sí había llegado es justo al límite de la entrada de su escondido hogar y allí, para su sorpresa, se detuvo. El robot miraba al ratón, y éste a su vez, mantenía fijos sus ojillos en la deslumbrante superficie pulida de su andante figura. La escena recordaba un duelo del lejano oeste. Frente a frente , a ver quién desenfundaba primero. Reculando, el diminuto roedor caminaba hacia atrás buscando su agujero, donde una vez encontrado , penetró veloz. La máquina, cuyo nombre de serie desconocemos, avanzaba lentamente hacia él. La tensión aumentaba por momentos.

Y no llegó más lejos. Por lo que fuera, detuvo su movimiento en el mismo recibidor , por llamarlo de alguna forma, del escondrijo del ratoncito. Comenzó a agacharse, y los ruidos y las luces que emitía aumentaban de volumen e intensidad peligrosamente. Con toda seguridad, se trataba de algún tipo de señal, un extraño código para iniciados, ideado para comunicarse de esa forma con no se sabía quién. Al límite de lo que podía flexionar sus piernas de diseño, el robot tendió su mano- garra adentrándola en la oscuridad del agujero, pero no pudo terminar la acción.

De repente, se le había agotado la energía- eléctrica, de pilas, nuclear, o lo que fuese que le daba la vida al mecanismo que lo mantenía activo - quedándose quieto, petrificado como la estatua de Lot cuando miró atrás. Se le apagaron las luces todas a la vez y los ruidos disminuyeron hasta cesar.

El ratoncillo, muy asustado, no se atrevía a salir. Esperaría prudentemente un tiempo razonable por si ocurría algo que pusiese fin a aquella surrealista historia que no terminaba de creer que le estuviese pasando a él. Esperaría , pero no demasiado, puesto que un hambre acuciante le rondaba hacía un buen rato y el hambre desmedida no entiende de razones ,como es bien sabido. Un brusco ruido más fuerte que el de sus tripitas quejumbrosas se oyó de súbito.

La puerta principal de la casa se abrió con un chasquido y se cerró con un fuerte golpe quebrando la tensión del momento.



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