Marta
del Castillo no va a aparecer en un
futuro inmediato. Quizás nunca lo haga. Su fatídico y letal cruce con unos
malnacidos que la asesinaron vílmente , para después urdir 7 confesiones
distintas, que no han conducido a nada concreto, junto a las distintas vías
policiales experimentadas -eficaces o lo contrario- según se mire, han
proporcionado varias sentencias que no dejan satisfecho a nadie y sin embargo,
han constatado una imagen fidedigna del tremendo fracaso de este enmarañado
caso, y por ende, de la sociedad enferma en la que se ha incubado este horrendo
crimen.
Los
abuelos y los padres de la inocente Marta no encuentran ni paz ni sosiego. El
caso ni se cierra ni se reabre. Permanece estancado como un pesado lastre en
mitad de un río. Y mientras, la familia, no descansa ni podrá liberarse de esta
presencia que permanece todavía aquí abajo implorando se cumpla el sentido de
una palabra a la que se ha vaciado de contenido: la justicia.
El
sol se levanta cada día y la vida sigue rodando tal como la conocemos desde
siempre. Los asesinos, entre rejas, se resisten a tirar del hilo que despeje la
madeja de incógnitas del asunto, quizá porque algo muy gordo, siniestro u
oscuro, espera como una sorpresa al final del túnel. Entre confesar la verdad
de verdad y encubrir con el silencio a quien sea, optan suicidamente por lo
segundo.
Aunque
prisioneros, desayunan, almuerzan y cenan y puede que incluso duerman. Ojalá, el
espíritu errante de Marta se les aparezca cada día, hasta que con suerte,
alguno enloquezca, o si Dios es misericordioso, mueran desesperados aunque se
lleven el secreto a la tumba, si no es demasiado tarde.
Sea
lo que sea lo que ocurra, la herida permanece abierta y más sangrante que
nunca. Lo sabe la alimaña del Carcaño y su hermano. Lo sabe el Cuco, con su
carita histriónica. Lo saben los padres y la familia de la víctima. Lo sabe la
policía, encargada de las diligencias y custodio de las pruebas. Lo saben los
jueces implicados, que no aciertan con la clave.
Y lo
sabe, Marta- ausente pero presente- que espera sin saber qué demonios espera
para poder descansar un día no muy lejano, en la paz de los muertos, mientras
llega el Juicio Final.
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