jueves, 29 de octubre de 2009

Al otro lado


AL OTRO LADO
Descansa ya Emilio junto al esplendor de la hierba, en un lugar – queremos creer- donde la luz baja remansada, arrancando quilates dorados a las piedras inmóviles y esquirlas de plata a los ríos caudalosos que buscan el encuentro con el mar para fundir sus aguas.
Su pelo blanco se habrá tornado oscuro y la piel desgastada por los días habrá recuperado su lozanía. De las manchas de las manos no quedará ni rastro y en los ojos y en la mirada, un brillo renacido le acompañará desde ahora.
Altiva se levanta la arboleda en la que los pájaros sin tiempo, cantan. En las altas cumbres, penachos blancos y vetas anaranjadas brillan como espejos. Un vientecillo suave le acaricia el rostro rejuvenecido y un sendero limpio y sin maleza se abre ante sus pies.
Aquí, al otro lado del espejo, sin embargo, su familia, deudos y amigos despiden su cuerpo inerte, que la tierra espera, con la pena atravesada en el corazón.
Ya nada importa. El San Antonio se mantiene anclado a su roca como un navío en mitad de la niebla, enfilando su proa y manteniendo el rumbo. La Cruz del Tajo proyecta su sombra y se eleva rozando la espuma evanescente de las nubes, intemporal y ajena al discurrir de las horas.
Los hombres se entretienen con sus cuitas y preocupaciones, desperdiciando el tiempo que les fue concedido y que se agota, veloz e invisible, olvidando lo que verdaderamente importa, atendiendo a lo superfluo y lo vano.
Emilio ya no es de este mundo. Se acabaron las disputas y los enojos, el sufrimiento y el dolor, las congojas y los desengaños, el rastro desdibujado que deja la felicidad efímera. Una sonrisa despunta en sus labios. Una diosa del bosque le hace señas para internarse en la fronda.
Agujas de luz le rozan el cuerpo.
“ No lloréis por mí” musita en voz baja. Entre las ramas un eco de pájaros tiembla entre las hojas.

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