martes, 14 de diciembre de 2010

CANTA, MORENTE



Con Morente se apaga una estrella prematura que debió refulgir en el firmamento del Flamenco y de las Artes cuantas décadas más hubiese sido necesario, por lo menos hasta alcanzar al nonagenario Picasso, al que en breve rendirá homenaje con un nuevo trabajo ya de carácter póstumo , y también para que su voz enronquecida alcanzara el timbre de los metales viejos que sólo el tiempo es capaz de moldear. Sin embargo, la muerte enamorada no ha podido- no ha querido- esperar y lo que parecía una operación sencilla- ninguna en realidad lo es- se complicó sobremanera provocando un funesto final que no esperábamos , excepto quizás para la propia Parca que arrancó del granado la codiciada fruta plagada de rubíes.



Piedras preciosas como las que tallaba Enrique con su voz prodigiosa, encerrando en sus letras, como en un “ukiyo” japonés, la maravillosa fugacidad y precariedad del misterio de la vida, que el tiempo desolador lame con fiereza hasta que nada queda en pie, convertido en polvo y cenizas que el viento aventa, verdad irrefutable donde las haya.


Tan verdad como que en los jardines de la Alhambra aún lloran desolados los fantasmas errantes de sus antiguos moradores, lamentando el día nefasto de la partida y de la pérdida del reino. Lloran como antes, ahora, desconsoladas un coro de odaliscas desnudas que se mesan los cabellos, incapaces de detener un torrente de lágrimas que baja despacio por los pechos turgentes en surcos húmedos y cálidos, en invisibles ríos que descienden hasta los tersos vientres donde nace la vida que se engendra en las tibias oquedades. Gimen en la penumbra la pena negra por el que se ha ido, pero que todavía sigue aquí. Enmudece Granada y callan los pájaros en la tarde violeta y anaranjada. Canta Morente y un brillo nuevo sacude las estrellas….

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