jueves, 7 de enero de 2010

TIEMPO LENTO


Con el año nuevo se abre el período de los buenos propósitos, ya sean de mejora o de enmienda. También el de la lista de metas a conseguir con su respectiva planificación y el del deseo vehemente de solucionar de una vez aquellos aspectos en los cuales fallamos. Con cierta benevolencia nos proponemos una serie de objetivos a cumplir que demostrarán la verdadera valía de lo que somos capaces. Desde dejar de fumar, sacarse el carnet de conducir, aprender un idioma o el tan socorrido, de adelgazar. Lo relevante es marcarse un norte para encaminar los pasos, aunque luego, la inercia de la vida nos obligue a dejar en la cuneta alguna que otra meta, sin que por ello nos sintamos culpables. Bien, siempre es loable organizarse mínimamente si el intento es mejorar las imperfecciones, y de paso, elevar la autoestima, haciéndonos felices a nosotros y a los que nos rodean.


La importancia no radicará tanto en el nivel de las metas alcanzadas como en tratar de reducir la velocidad de crucero de las vidas que llevamos. O dicho de otra forma, adaptar el tiempo exterior al “ tempo ” interno de cada uno. No hacer demasiadas cosas a la vez, sino hacerlas de una en una, y bien. Disfrutar de las pequeñas emociones: paladear la comida lentamente; leer despacio, disfrutando; amarse despacio, recreándose; desacelerando en fin , para gozar del paisaje y de una vida, que como el tiempo, se va al vuelo.

Tener la cabeza fría y el corazón caliente. A cada cual se le regaló al nacer una porción de la tarta del Tiempo. No es cuestión vana que lo desperdiciemos como si no fuera a agotarse nunca. La riqueza más alta de la que nos sentimos dueños es la Vida. Confundidos entre la maleza de los jardines en los que nos perdemos, a veces no nos damos cuenta de que es una verdad de libro.

Tan verdad como que se nos escapa a 4500 pulsaciones por hora, camino de un final incierto. Es tiempo, sin moralinas y falsos discursos, de reflexionar.


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