Destiñe el corazón la mirada,
los paisajes sombríos,
cruzados de niebla
que se deshilvana.
Los cristales empañados,
la visión borrosa,
el crepúsculo que trepa
con su oscuridad latente.
El polvo sobre los libros,
la ropa tirada de cualquier forma,
los pies desnudos que caminan,
las cartas sin abrir,
encima de la mesa.
El silencio que rasga el teléfono
mudo,
el alma se diluye en el aguacero
mezclada entre la arena,
las hojas muertas y los guijarros.
Se pierde veloz
camino del sumidero.
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