Hasta aquí no llega el estruendo desenfrenado de la ciudad, con sus coches locos, las prisas hacia ninguna parte y el humo como un sudario gris sobre las cabezas. Aquí las noticias que vomitan los teledediarios no salpican de lleno por su crudeza ni atacan tanto el animo, deprimiéndolo. El aire y la luz del campo lo relativizan todo. Nada es tan vital y tan importante que merezca un sofocón, un rapto de ansiedad, una llamada desesperada o una carrera para solucionar lo que sea con caracter urgente. Aquí lo esencial es la luz que se derrama por las laderas y el silencio, que aumenta conforme la oscuridad reclama sus territorios al día que se extingue. Vivir el instante es lo primero.
Cuadro de Casiano López.
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