PALABROTAS
CASIANO LÓPEZ PACHECO
Sin Juan
Manuel Sánchez Gordillo, el mundo parecería un lugar carente de sentimientos y
sensaciones, oscuro y gris. Un enclave perfecto para que los oligarcas, los terratenientes, los ricos que
no entrarán por el ojo de una aguja, los panzudos burgueses y potentados que
medran con la desgracia ajena, se multipliquen como esporas de una punta a la
otra de la vasta tierra.
Un paraíso,
en resumen, al que sólo el látigo de este Mesías del CUT y del SAT, azota sin
remisión ni remordimientos a la menor ocasión que se le presenta. Su frase
reciente y antológica “ Que la Europa de
los mercaderes se vaya al coño de su puta madre” es una espada flamígera
que incendia el aire estival; es un escupitajo en toda la faz de los inmorales; es una
bofetada capaz de partir los labios a
cualquiera. Porque dicha así, duele y escuece.
Duelen sus
palabras más que un beso del ex duque de Palma a la melancólica Infanta, que ya
ha sido demostrado, no trapichea con ninguna finca; más que los sobrecitos con
sobresueldos que se llevaban las mesnadas del PP; más que el timo de las
preferentes; más que la frialdad de la mirada y el gesto torvo de José Bretón;
más que la diabólica guerra en Siria; más que la mierda de pensiones que cobran
nuestros padres; más que los recortes en becas y en investigación que
padecemos; más que el escándalo de las nuevas directrices en Educación
ordenadas por la Junta de Andalucía, para que se expidan títulos de la ESO,
incluso con asignaturas pendientes y si esperar a septiembre.
Más que la
corrupción perpetua que salpica al PSOE; más que el dinero de los ERES con que
se financiaban dos conocidos sindicatos; más que el hambre y la malnutrición que
comienzan a sufrir miles de escolares españoles; más que haberle robado los
titulares al nuevo Coordinador regional
de IU en Andalucía, Antonio Maíllo con esa frase vomitada a hierro ante
el plenario.
Y así
podríamos continuar indefinidamente porque no hay día que no traiga su
afán. Lo de la crisis nos aburre, por
cansino. Por eso, nos gusta este personaje extraído de Novecento. Con sus
barbas, su sombrero y su camisa a cuadros que nos sublima con la espontaneidad
de su verborrea y lo imprevisible de sus acciones, tales como ocupar
simbólicamente fincas que ya han sido expropiadas parcial o totalmente por papá
Estado junto al amigo Cañamero como compañero de aventuras.
Su lengua
ágil va más rápida que su pensamiento y eso, en su caso, siendo ex docente,
Alcalde de una Comuna y parlamentario andaluz, a veces, no supone una ventaja
sino un inconveniente. Se puede decir lo mismo, pero con exquisita educación. Coño.